Hoy Otorgo Mi Perdón

Publicado en 05 22, 2013 | Publicado bajo 2013, perdonar

“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas."

-Marcos 11:25

¡No puedo perdonar! ¡Ayúdeme! Estas eran las palabras de una mujer desesperada, con una enorme tristeza. La traición del ser amado había dejado profundas huellas de dolor en su corazón. Movida por el resentimiento que le causó el engaño inesperado se sentía incapaz de perdonar.

Quizás puedas identificarte con esta mujer, porque el resentimiento es algo que lo podemos padecer todos en algún momento de nuestras vidas. Una traición, un engaño, una calumnia, una trampa, enemistades, y palabras mal intencionadas son algunos de los ingredientes que pueden llevar a una persona albergar rencor en el corazón.

El rencor trabaja con nuestro yo, con nuestro ego, con nuestro orgullo. Nos hace creer que nosotros estamos en nuestro derecho de sentirnos dolidas, amargadas, y resentidas. El rencor nos mantiene cautiva en oscuridad, no nos permite ver la luz. 1 de Juan 2:9-11 nos dice: “El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en el no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.”

El resentimiento nos miente, y nos hace creer que con nuestra actitud estamos dañando a quien le causó el dolor; pero la realidad es que solo nosotras mismas somos la que estamos siendo perjudicadas. Un refrán dice: el rencor es el veneno que tomamos nosotras, esperando que otra persona se muera.

La verdad es, que por mucho que nos hayan ofendido, nos hayan maltratado, y estemos sufriendo, no vale la pena envenenarnos con el rencor. El rencor es un pecado que nos separa de Dios, bloquea nuestras oraciones, y es causante de muchas enfermedades físicas.

El evangelio de Marcos nos enseña que el perdón es muy importante cuando entramos a la oración. Nuestro corazón tiene que estar limpio en línea con Dios, si queremos recibir contesta a nuestras peticiones. La Palabra nos dice: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Con esta declaración de Jesús entendemos que el perdón es recíproco, si nosotros no perdonamos a quienes nos han ofendido, entonces tampoco nosotros seremos perdonados. Reflexionemos, ¿valdrá la pena por no perdonar a nuestro ofensor perder tanto?

Jesús nos dio un tremendo ejemplo de perdón. Cuando lo traicionaron, lo negaron, lo injuriaban, lo abofeteaban, y lo crucificaban pudo decir: Padre perdónalos porque no saben lo que hace.

Querida hermana, si sientes que en ti hay esa falta de perdón hacia alguien quien te ha dañado, hoy quita esa carga de ti. Nadie puede ser feliz, tener plena comunión con Dios, o disfrutar de sus hijos, su matrimonio, y su familia a plenitud, si no hay un espíritu perdonador en su corazón.

En este mes celebramos el día de las madres, regálate a ti misma la oportunidad de perdonar. Así como Jesús oró en la cruz al Padre, pidiéndole perdón para aquellos que tanto daño le estaban haciendo, tú también has lo mismo hoy. Eleva tu oración a Dios con todo tu corazón y dile: Padre perdóname por no perdonar, pero en este momento en el Nombre de Jesús yo otorgo mi perdón. ¡Amén!

En Cristo,

Dámaris Yrion