Arraigados Como un Árbol

Publicado en 10 15, 2017 | Publicado bajo Comunion con Dios, confianza, fe, vida cristiana

“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.” Salmo 1:3

El Salmo 1 es uno de los Salmos más hermosos de la Biblia, e incluye en su contenido una gran enseñanza sobre la prosperidad del justo.

El salmista abre este escrito diciendo: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en caminos de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.” 

Tanto en hebreo como en griego este término bienaventurado significa bendito o feliz. También el diccionario de la lengua española nos dice que bienaventurado significa  afortunado, feliz. 

El salmo implica usando este término de bienaventurado a la bendición que tiene un hombre o una mujer que saben escoger bien sus amistades, pues éstas pueden influir grandemente para el futuro y la prosperidad de ellos mismos. Y que además no pierden su tiempo en futilidades, sino que ponen su delicia, o deleite en meditar en la palabra de Dios.

No debemos confundir meditar con meditación. Meditación es la palabra que las personas usan cuando están ejerciendo un ejercicio mental para encontrar paz o algo parecido por ellos mismos.

Meditar en cambio, viene de la palabra medita, en hebreo “hagah”, y significa: Reflexionar;  murmurar; cavilar; meditar o contemplar algo mientras se repiten las palabras.

El salmista enseña que el que medita en la Palabra se arraiga en ella como un árbol frondoso arraiga sus raíces por dentro de la tierra para absorber los ricos minerales que la tierra le ofrece para dar su fruto en su tiempo y, estar vigorosos y frondosos sin que sus hojas se caigan.  Un árbol frondoso y fructífero es símbolo de prosperidad.

Por lo que podemos decir: que la prosperidad del creyente viene cuando el creyente se deleita leyendo la Palabra, meditando en ella, absorbiendo y practicando lo que ella enseña.  Al meditar nos llenaremos de fe y, arraigados en fe podemos creer cada una de las promesas de Dios.

Por lo tanto, no lo dudes porque está escrito: el que medita en la Palabra prosperará. ¡Amén!