Con La Humildad Se Vence La Ansiedad.
Publicado en 10 23, 2016 | Publicado bajo Comunion con Dios, confianza, fe, perseverancia, refugio, vida cristiana
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.”
1 Pedro 5:6-7
La ansiedad es una agitación del alma, es una angustia, un tormento para el corazón de quienes lo padecen.
Meditando en este versículo encontré que la ansiedad se manifiesta como un reflejo del orgullo del hombre. Si usted pone atención se da cuenta que la ansiedad aparece en la vida de una persona cuando ésta se ve así mismo incapaz de conseguir o resolver algo. Es la impotencia humana frente a la adversidad la que abre la puerta para la ansiedad. Es el orgullo humano revelándose frente a la impotencia de no poder conseguir lo que desea, la que produce esa congoja, esa zozobra interior que no deja tener paz.
El apóstol Pedro comienza diciendo: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;…” Ésta palabra humillaos viene de la palabra griega “tapeinoo” que significa literalmente bajar de montes y collados. En otras palabras el apóstol está diciendo aquí: bájate de la altura donde se encuentra el orgullo o la soberbia que te impulsa hacer las cosas de acuerdo a tu capacidad y fuerza, sin tener en cuenta a Dios. Bájate a un nivel de humildad, para que puedas entregar tus limitaciones, tu incertidumbre y preocupación a Dios y esperar en Él, esperar el tiempo de Dios para ti.
Es en humildad que podemos reconocer cuando nuestro corazón está desbocado en ansiedad, cuando esa desazón, congoja y zozobra están en control de nuestra vida y no nos dejan tener paz. Es humillado ante Dios que podemos entregar en humildad el control de nuestra vida al Señor, para que Él obre de acuerdo a Su voluntad y no a la nuestra. El apóstol Pedro concluye este versículo diciendo: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” Pedro nos insta a echar toda la ansiedad, toda esa angustia, toda esa preocupación al Señor; es imperativo que nos deshagamos de ese orgullo de querer hacer las cosas de acuerdo a nuestro pensamiento y en nuestro tiempo. Isaías 55: 8-9 dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”
La grandeza de nuestro Dios nos maravilla, por tanto, soltemos las amarras que nos atan a querer manejar el rumbo de los acontecimientos que esperamos y confiemos en Él. El conocer que este Dios tan grande tiene cuidado de nosotros nos alienta, nos inunda de alegría y nos ilumina el corazón con fe y esperanza.
Querida hermana cuando estamos en ansiedad no podemos orar con fe y confianza, porque la conmoción que tenemos por dentro es tan grande que no nos deja ver a Dios. Por tanto es necesario echar fuera de nosotros toda esa agitación del alma que hace nula nuestra fe, y decidamos acogernos a Su voluntad, a Su tiempo y esperar en Él. ¡Amén!